MIME-Version: 1.0 Content-Type: multipart/related; boundary="----=_NextPart_01D5D5ED.9B074CD0" Este documento es una página web de un solo archivo, también conocido como archivo de almacenamiento web. Si está viendo este mensaje, su explorador o editor no admite archivos de almacenamiento web. Descargue un explorador que admita este tipo de archivos, como Windows® Internet Explorer®. ------=_NextPart_01D5D5ED.9B074CD0 Content-Location: file:///C:/E25ABA58/022OKESTADOSUNIDOSYCHINA--2019-OCT-18.htm Content-Transfer-Encoding: quoted-printable Content-Type: text/html; charset="windows-1252"
Estados Unidos y China:
relaciones históricas, rivalidades contempor=
áneas.
Carlos Gueva=
ra Mann,
Ph.D.1*=
1 Profesor y director de la maestría en relaciones
internacionales, Florida State University - Pan=
amá
*Autor para
correspondencia. E-mail: cguevara@fsu.edu
Recibido: 27 de noviembre de 2019
=
Aceptado:
11 de diciembre de 2019
___________________________________________________________=
___________________
Ponencia presentada en el ciclo de conferencias sobre
historia de Estados Unidos;
Salón de Profesores “Manuel Octavio Sisnett”; Facultad de Humanidades, Universidad=
de
Panamá; =
viernes,
18 de octubre de 2019.
El
“viejo comercio chino” (1784-1844)
Doscientos
treinta y cinco años atrás—el 22 de febrero de 1784—el barco Empress of
China (“Emperatriz de la China”) zarpó desde Nueva York hacia el este, =
con
destino a Cantón, adonde llegó seis meses más tarde, el 28 de agosto. La llegada del navío neoyorquino a Chin=
a marca
el inicio de la relación de Estados Unidos—Estado recién nacido a la vida
independiente, cuya juventud y débil argamasa constitucional ponía su
viabilidad en entredicho entre los integrantes de un sistema internacional
eurocéntrico—y el milenario imperio chino, el Estado independiente más anti=
guo
del mundo, el cual, por cierto, no formaba parte de aquel sistema.
A
través del comercio chino, Estados Unidos aspiraba a adquirir participación=
en
una actividad económica lucrativa, dominada por los británicos, en que esta=
ban involucradas
las potencias europeas. Pero, como=
el tráfico
marítimo internacional era un ámbito de prestigio en que participaban los
Estados más prominentes, a través del comercio con China los estadounidenses
buscaban, además, obtener el reconocimiento y la legitimidad de que hasta el
momento carecían. Para Estados Uni=
dos, el
comercio chino era cuestión de estatus.
La
dirigencia estadounidense, inmersa en la cosmovisión occidental del derecho=
de
gentes y sus protocolos que enmarcan las relaciones entre Estados, muy
tempranamente intentó aplicar dichos parámetros a su relación con el celeste
imperio. A bordo de Empress of =
China
viajaba Samuel Shaw, quien había recibido del gobierno estadounidense el
nombramiento de cónsul en Cantón. El gobierno chino, sin embargo, no recono=
ció
su nombramiento. Las decisiones de=
la
corte en Pekín no se ajustaban a los códigos de conducta elaborados por Puf=
endorf,
Grocio, Burlamaqui y Vattel para enmarcar las actuaciones de las potencias
europeas a las que Estados Unidos aspiraba a emular. Aun así, Shaw, ex revo=
lucionario
bostoniano, permaneció varios años en China, promoviendo el comercio entre =
su
país y el gigante asiático.
En
las décadas siguientes, el “viejo comercio chino” (the old China trade=
i>,
en inglés) prosperaría significativamente, a la par del tráfico ballenero,
también de gran relevancia. Entre =
ambos,
generarían las primeras fortunas millonarias del nuevo Estado, acumuladas p=
or
familias de navieros y comerciantes de los puertos del litoral atlántico
estadounidense: Salem, Boston, Nueva York, Filadelfia o Baltimore. Estas
fortunas, obtenidas sobre la base de la apetencia estadounidense por artícu=
los
de lujo—sedas, lacas, algodones, té, ruibarbo, porcelanas, especias y muebl=
es
exóticos—financiarían el impresionante desarrollo manufacturero de Estados
Unidos a partir de mediados del siglo XIX.
Si
los estadounidenses codiciaban las mercaderías del celeste imperio, cuya
posesión era indicio de alta posición social, según los criterios de las ca=
pas
superiores europeas y norteamericanas, a los chinos poco les interesaban los
productos que inicialmente podían ofrecerles los navegantes del nuevo Estad=
o. Lo
único que llamaba la atención en China era el ginseng estadounidense, por lo
que los comerciantes de Estados Unidos debían llevar grandes cantidades de =
oro
y plata para pagar sus compras en Cantón, único puerto autorizado por la co=
rte
de Pekín para comerciar con el extranjero.[1]
Más
adelante, los barcos estadounidenses ampliarían sus circuitos en busca de
géneros interesantes para los chinos: pieles de animales, de la costa pacíf=
ica
de Norteamérica; sándalo de Fiji,
las Marquesas y Hawai’i; focas, nidos de pájaros, nueces de betel y pepinos=
de
mar, del Pacífico; y—significativamente—opio, obtenido en territorios del
imperio otomano.
La ép=
oca
del “viejo comercio chino”—el primer período en las relaciones entre Estados
Unidos y China—se prolonga a lo largo de sesenta años. Aunque China reconocía la existencia de
Estados Unidos, este reconocimiento no era de tipo diplomático ni abarcaba =
el intercambio
de enviados. Aun así, la relación
puramente comercial produjo enormes beneficios a Estados Unidos.
El co=
mercio
con China, destaca la profesora Shoemaker, marcó el surgimiento de Estados
Unidos como Estado soberano. Según los cómputos de Rhys Richards, citados p=
or
Shoemaker, 1,352 barcos estadounidenses comerciaron en Cantón entre 1784 y =
1833:
un promedio veintisiete barcos por año.[2]
La=
era
de la extraterritorialidad (1844-1949)
Ciento
setenta y cinco años atrás—el 3 de julio de 1844—Estados Unidos y China
suscribieron el Tratado de Wangxia, que dio inicio a las
relaciones diplomáticas formales entre ambos países. Este tratado fue una de las consecuenci=
as de
la derrota china en la primera guerra del opio, librada entre el gobierno de
Pekín y el Reino Unido entre 1839 y 1842. Las restricciones mercantiles
impuestas por China, que circunscribían el comercio extranjero al puerto de
Cantón, fueron la causa más amplia del conflicto, atizado por los reclamos =
de
comerciantes foráneos, ávidos de incrementar sus oportunidades mercantiles.=
La
prohibición imperial a la importación de opio, sustancia psicotrópica cuyo
tráfico proporcionaba grandes ingresos a los extranjeros—principalmente, br=
itánicos,
pero, también estadounidenses—fue una causa más específica de la guerra, que
terminó con el triunfo británico.
El
tratado de Nankín entre los gobiernos de Pekín y Londres, firmado el 29 de
agosto de 1842, puso fin al enfrentamiento, dispuso el pago de una
indemnización al Reino Unido, le cedió la isla de Hong Kong (la cual perman=
eció
bajo control británico hasta 1997) y abrió cuatro puertos más al comercio
extranjero, entre ellos, Shanghai, que sucesivamente se convertiría en uno =
de
los grandes centros mercantiles del mundo.
Mediante
el tratado suplementario firmado un año más tarde—el 8 de octubre de 1843—C=
hina
otorgó al Reino Unido la condición comercial de “nación más favorecida” y
concedió a los súbditos de la reina Victoria que residían o estaban de paso=
en
el celeste imperio el derecho de ser juzgados en tribunales británicos (no
chinos). A tales efectos, el gobie=
rno de
Londres designó jueces en las cinco ciudades abiertas al comercio exterior.=
<=
span
style=3D'mso-special-character:footnote'>[3]
Este
evento dio inicio la era de la extraterritorialidad, que se extiende a lo l=
argo
de un siglo en las relaciones entre China y Occidente, pues duró hasta 1943=
: un
período de debilitamiento chino frente a otras potencias, lesiones a la
soberanía imperial y pronunciado decaimiento del país. Efectivamente, la
centuria siguiente a la primera guerra del opio estuvo marcada por una grave
inestabilidad y un deterioro en las condiciones socioeconómicas del pueblo
chino, mientras continuaban las exacciones foráneas. En este contexto, no
resultaba descabellado que sectores en China culparan a las potencias
extranjeras de los males que aquejaban al país.
Tan
pronto tuvo noticias de los tratados con el Reino Unido, Estados Unidos
aprovechó la circunstancia para obtener concesiones de parte de China. Washington despachó hacia el oriente a =
un “comisionado
para China” con rango de embajador extraordinario y ministro plenipotenciar=
io, el
abogado Caleb Cushing, quien posteriormente sería procurador general de Est=
ados
Unidos y quien logró con China el tratado de “Paz, Amistad y Comercio” fech=
ado
en Wanxhia, el 3 de julio de 1844.
Mediante
dicho acuerdo, Estados Unidos y China establecieron relaciones diplomáticas;
China, además, concedió a Estados Unidos la condición de “nación más favore=
cida”
en materia comercial; instituyó una tarifa arancelaria fija en los puertos
abiertos al comercio; autorizó la adquisición de predios por estadounidense=
s en
dichos puertos, para el establecimiento de hospitales y templos religiosos;
permitió a los estadounidenses aprender el idioma chino; y concedió a los
ciudadanos de Estados Unidos el derecho de extraterritorialidad. En consecuencia, al igual que el Reino =
Unido,
Estados Unidos creó en las cinco ciudades chinas tribunales para sus natura=
les.<=
span
style=3D'mso-special-character:footnote'>[4]
El
tratado de Wanxia abarca los intereses estadounidenses en China en la prime=
ra
mitad del siglo XIX. Aunque los
intereses eran, principalmente, mercantiles, las pretensiones imperialistas
eran evidentes. Estados Unidos, que ya se vislumbraba como potencia emergen=
te,
aspiraba a incursionar en China a la par de las potencias europeas. Además, expresaba un interés cultural,
religioso y humanitario por China y su pueblo, a partir de la creencia en el
destino manifiesto y en la superioridad de los valores estadounidenses fren=
te
al tradicionalismo y el “atraso” chino.
La
presencia económica, cultural, religiosa y humanitaria de Estados Unidos se=
ría
bien recibida en algunos sectores, los cuales hicieron suyos los principios
republicanos y liberales que forman parte del discurso estadounidense. Otro=
s sectores
resentirían profundamente lo que conceptuaban como una intolerable intromis=
ión
en los asuntos chinos. A sus ojos,=
Estados
Unidos formaba parte de la categoría de países que asediaban al celeste imp=
erio,
a la par del Reino Unido, Francia, Dinamarca, Holanda, España, Austria, Rus=
ia
y, eventualmente, Alemania, Italia y Japón.
Todos estos Estados participaron en la rebatiña china, lesionando
profundamente la dignidad de la antigua nación y contribuyendo a minar el
prestigio de la dinastía Manchú, reinante desde 1644.
Las
convulsiones chinas continuaron en años siguientes, proveyendo a las potenc=
ias
extranjeras oportunidades para inmiscuirse más y obtener ventajas. A mediados del siglo XIX, una revuelta =
campesina—la
rebelión Taiping (1850-1864)—desestabilizó grandes secciones del territorio
chino. En medio de esta insurrección, la segunda guerra del opio (1856-1860)
enfrentó nuevamente a China y al Reino Unido, esta vez en alianza con Franc=
ia. Además de obtener nuevas concesiones—en=
tre
ellas, la legalización del comercio del opio, cuya adicción se propagó masi=
vamente
en China—las potencias extranjeras participaron en la supresión de la rebel=
ión
Taiping. El Reino Unido, Francia, =
Rusia
y Estados Unidos firmaron con China nuevos tratados, que permitieron el lib=
re
tránsito de extranjeros en el territorio chino; autorizaron el comercio y
patrullaje de naves extranjeras en el río Yangtze; abrieron más puertos al =
tráfico
mercantil con otras naciones; y ampliaron la extraterritorialidad.
En
los años siguientes, la política exterior de Estados Unidos siguió promovie=
ndo
el comercio. El clíper, un barco velero de gran rapidez desarrollado en
Inglaterra, hizo su aparición en la flota mercante estadounidense, permitie=
ndo
mayor eficiencia en el comercio chino-estadounidense. Hacia finales del siglo XIX, uno de los
motivos que impulsó el deseo de abrir un canal por el istmo centroamericano
fue, precisamente, el interés de acortar la ruta desde el litoral atlántico
estadounidense hasta China. Las
inversiones estadounidenses en China aumentaron, lo mismo que su presencia =
en
los puertos autorizados, de los que había ya casi noventa en los albores del
siglo XX. En Shanghai, estadounide=
nses y
británicos controlaban la Concesión Internacional, cuyos imponentes edifici=
os,
que todavía se aprecian en el malecón del Bund, frente al río Huangpu y otr=
as
partes de la ciudad, son testimonio tanto de un estilo arquitectónico sui
generis, que combina rasgos autóctonos con elementos foráneos, como de la f=
uerte
intromisión extranjera en China a finales del siglo XIX y principios del si=
glo
XX.
Mientras
incursionaba en China a la par de las potencias europeas, Estados Unidos
imponía restricciones migratorias a los naturales del celeste imperio. Los
primeros inmigrantes chinos llegaron a Estados Unidos atraídos por la fiebre
del oro en California, que comenzó en 1848.
La migración china contribuyó pronunciadamente a la fuerza laboral q=
ue
construyó el ferrocarril transcontinental entre la costa este de Estados Un=
idos
y California, completado en 1869. =
Pero
en la década siguiente, una escasez de trabajo resultante de la depresión e=
conómica
intensificó el sentimiento contra los migrantes asiáticos. En 1882, el cong=
reso
aprobó la ley de exclusión china, que prohibió la migración de chinos a Est=
ados
Unidos, vigente hasta 1943.[5]
Esta
ley sirvió de modelo a otros países, incluyendo a Panamá, cuya Ley N°6 de
1904—aprobada pocos meses después de la fundación del Estado panameño—prohi=
bió “la
inmigración de los chinos, turcos y sirios al territorio de la República”,
tomando como ejemplo, entre otros, el de California, cuyas clases trabajado=
ras
“han gemido y gimen” bajo la “presión” de la migración china, según la
exposición de motivos de dicha ley.
En
tanto cerraba la puerta a los chinos en Estados Unidos, Washington proponía=
en
China una política de “puertas abiertas”: igualdad de condiciones para todas
las potencias que aspiraban a un pedazo del pastel. Los gobiernos estadounidenses se oponía=
n, en
consecuencia, a que una potencia tuviese más privilegios que otras, lo cual,
según algunos estudiosos, de alguna manera constituyó un freno para que alg=
una
de las grandes potencias se hiciese dominante en China.
En
1900, un contingente armado estadounidense formó parte de la fuerza
multinacional, compuesta por tropas japonesas, rusas, británicas, francesas,
austríacas e italianas, que suprimió la rebelión bóxer, otra revuelta
campesina, en esta ocasión profundamente anti extranjera. El desprestigio que esta derrota inflig=
ió a
la casa imperial facilitó, en 1911, la revuelta que depuso al emperador (Pu=
Yi,
un menor de cinco años) y condujo a la creación de la República de China en
1912, bajo la inspiración de Sun Yat Sen y otros demócratas chinos. La caída del gobierno imperial abrió las
puertas a aún más inestabilidad. P=
or una
parte, la llamada “era de los señores de la guerra”, entre 1916 y 1928, sub=
dividió
a China en numerosas secciones controladas por cabecillas seccionales. Por otra, la guerra civil, entre el Par=
tido
Nacionalista (Kuomingtang), liderado por Chiang Kai-shek y el Partido Comun=
ista
Chino, encabezado por Mao Tse-Tung, desangró al país entre 1927 y 1949.
En
medio de este caos, las incursiones japonesas de 1931 y 1937 cercenaron el
territorio chino y ocasionaron una destrucción sin precedentes. Precisamente, uno de los capítulos más
violentos de la Segunda Guerra Mundial tuvo lugar en China, cuya población
sufrió despiadadamente los estragos del imperialismo japonés. Este es un an=
tecedente
importante, que no podemos olvidar, de las suspicacias que aún persisten en=
las
relaciones entre China y Japón.
En
estos años de intranquilidad, Estados Unidos promovió sus objetivos como pu=
do,
teniendo siempre en cuenta los intereses de comerciantes e inversionistas.<=
span
style=3D'mso-spacerun:yes'> En la ruta hacia la Segunda Guerra Mund=
ial, Washington
advirtió la importancia de forjar alianzas con el mayor número posible de
Estados, para hacer frente a la amenaza nazifascista e imperialista procede=
nte
de las potencias del Eje.
Esta
necesidad se hizo más evidente tras el ingreso de Estados Unidos en la
contienda, a partir de diciembre de 1941.
Aun cuando China estaba dividida por la guerra civil y gran parte de=
su
territorio se encontraba bajo ocupación japonesa, la administración del
presidente Franklin Delano Roosevelt identificó en el gigante asiático un
aliado estratégico en el esfuerzo bélico, así como un país de enorme potenc=
ial
hacia el futuro.
En
aras de un fortalecimiento de los nexos entre ambos gobiernos, en el marco =
de
la Segunda Guerra Mundial, mediante el tratado de 1943 Estados Unidos puso =
fin
a la extraterritorialidad de sus ciudadanos en China (el Reino Unido hizo lo
mismo mediante un tratado aparte, suscrito en la misma fecha).<=
span
style=3D'mso-special-character:footnote'>[7] Así concluyó una segunda etapa en las
relaciones chino-estadounidenses, en la que Estados Unidos concurrió, junto=
con
otras potencias, al deterioro de la posición china y el menoscabo de su
soberanía.
Concluida
la Segunda Guerra Mundial, un nuevo sistema internacional, forjado en
Washington, le tenía reservada a China una posición entre las cinco grandes
potencias. Un puesto en el Consejo de Seguridad de la recién creada
Organización de las Naciones Unidas fue asignado a la República de China, la
entidad fundada en 1912, con la que se identificaban Washington y los Estad=
os
que coincidían con su política.
Sin
embargo, esa república, liderada por el generalísimo Chiang Kai-shek, estaba
bajo asedio por un grupo cada vez más grande de revolucionarios marxistas,
encabezados por Mao Tse-tung. Hacia
finales de la década, Estados Unidos llegó a discernir que el cascarón
nacionalista no resistiría el asedio de los marxistas, quienes eventualment=
e se
apoderarían de la China continental. Otro
país pasaría a aumentar las filas del comunismo internacional. El pánico cu=
ndió
en Washington.
La
revolución maoísta (1949-1979)
Setenta
años atrás—el 1 de octubre de 1949—tras propinarle la estocada final a las
fuerzas nacionalistas, Mao Tse-tung proclamó el nacimiento de la República
Popular China, con dominio efectivo sobre toda el área continental. Los
nacionalistas huyeron a la isla de Formosa (Taiwán), recientemente evacuada=
por
los japoneses, donde establecieron el gobierno de la República de China.
Washington optó por desconocer el régimen de Mao, reconociendo como legítimo
representante del pueblo chino al régimen autoritario de Chiang Kai-shek en
Taiwán.
El
triunfo de los revolucionarios puso fin a la guerra civil en China, pero no=
así
a las vicisitudes del pueblo chino. Mao promovió una transformación radical=
del
país por la senda del totalitarismo comunista, inicialmente en comunión con=
la
Unión Soviética. Posteriormente, s=
in
embargo, las relaciones entre ambos gigantes comunistas se deteriorarían ha=
sta
la ruptura a mediados de los años sesenta y una confrontación fronteriza en
1969.
La
implementación de la versión del marxismo propulsada por Mao causó grandes
sufrimientos. Entre 1959 y 1962, una terrible hambruna, producto de malas
decisiones económicas y políticas desastrosas, causó la muerte de hasta 45
millones de chinos.[8] Entre 1966 y 1976=
, la llamada
“revolución cultural” acentuó el totalitarismo en su intento de imponer
absoluta unidad de pensamiento y actitudes a lo largo y ancho del país, de
conformidad con los planteamientos de Mao.
Las estimaciones del número de muertos varían, pero se calcula que al
menos unas 500 mil y hasta dos millones de personas pudieron perecer como
resultado de la persecución política. Los despojos y las pérdidas económica=
s y
culturales fueron incalculables.[9]
En
los años iniciales de la revolución china, los contactos entre Pekín y
Washington se redujeron significativamente. Washington rehusaba reconocer a=
la
República Popular China e insistió en que el asiento de China, tanto en la
Asamblea General como en el Consejo de Seguridad de la ONU. correspondía a
Taiwán, como auténtico representante del pueblo chino. Esta insistencia cau=
só
el un boicot de la organización por parte de la Unión Soviética.
En
consecuencia, cuando en 1950 Corea del Norte, con el apoyo de China
continental, invadió a Corea del Sur, el Consejo de Seguridad—compuesto por
Estados Unidos, el Reino Unido, Francia y la República de China en Taiwán—a=
probó
por unanimidad la implementación de un operativo militar de las Naciones Un=
idas
para expulsar a los norcoreanos. La Unión Soviética, el quinto miembro del
Consejo de Seguridad, no participó en la decisión.
China
y Corea del Norte se enfrentaron a las Naciones Unidas, encabezadas por Est=
ados
Unidos. Tras alcanzar su objetivo de empujar a las fuerzas invasoras detrás=
de
la frontera, la guerra de Corea entró en un atolladero. En 1953 cesaron las hostilidades, sin f=
irma
de un tratado de paz, que sigue pendiente.
En
la guerra de Viet Nam (1955-1975), que enfrentó al norte comunista con el s=
ur
alineado a Washington, China volvió a encontrarse en el bando contrario a
Estados Unidos. Pekín apoyó a Hano=
i en
esta confrontación, manteniendo a lo largo del período una activa política
exterior, en apoyo al liberacionismo, la descolonización y las guerrillas
izquierdistas en muchas partes, muy a pesar de su precaria situación económ=
ica. A raíz de los sucesos del 9 de enero de=
1964
en Panamá, por ejemplo, el gobierno y el Partido Comunista Chino emitieron
duros pronunciamientos y organizaron manifestaciones en contra del imperial=
ismo
estadounidense. El propio Mao no
desaprovechó la oportunidad para
declarar el firme apoyo del pueblo c=
hino a
la patriótica y justa lucha del pueblo de Panamá contra la agresión
imperialista estadounidense y urgir a los pueblos del mundo, a todos los pa=
íses
sujetos a la agresión, el control, la intromisión o el acoso de Estados Uni=
dos,
a unirse y formar el frente unido más amplio posible para oponerse a las
políticas imperialistas estadounidenses de agresión y guerra, así como a
salvaguardar la paz mundial. [10]=
span>
La
precariedad económica tampoco impidió que China desarrollara su potencial
nuclear. Sus primeras pruebas de a=
rmas
nucleares tuvieron lugar en 1964 y, en 1967, China probó, por primera vez, =
su
bomba de hidrógeno.
En
vista de estos antagonismos con el occidente liderado por Estados Unidos, e=
l relajamiento
de tensiones entre ambos Estados sorprendió al mundo entero. Efectivamente,=
en
la búsqueda de un equilibrio de poder para neutralizar a la Unión Soviética=
, en
1971 Estados Unidos inició contactos con la República Popular China.
El
25 de octubre de 1971, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la
resolución N°2758, que reconoció a la República Popular China como único y
legítimo representante del pueblo chino, expulsando, en el acto, a Taiwán.<=
span
style=3D'mso-spacerun:yes'> En esos momentos se iniciaron conversac=
iones
para normalizar las relaciones entre Pekín y Washington. El presidente Nixon realizó una históri=
ca
visita a China en 1972, al término de la cual se emitió el Comunicado de
Shanghai, en el que ambos
países se comprometieron a trabajar para lograr la plena normalización de l=
as
relaciones diplomáticas. En consecuencia, se establecieron “oficinas de enl=
ace”
en Washington y Pekín.
El
acercamiento con Estados Unidos benefició a China Popular y afianzó su segu=
ridad
en la etapa final de la Guerra Fría (1947-1991). Estados Unidos, sin embargo, vio menos
beneficios de los que esperaban, en la medida en que China continuó su resp=
aldo
a Corea del Norte y Viet Nam del Norte.
Los
intercambios económicos, motor principal en etapas previas de las relacione=
s chino-estadounidenses,
demoraron en crecer. Sin embargo, =
el cronograma
hacia el establecimiento de nexos diplomáticos continuó avanzando con la vi=
sita
del presidente Gerald Ford a China en 1975.
En las postrimerías de la década, se acordó su formalización.
La=
normalización
de las relaciones diplomáticas (1979-a la fecha)
Cuatro
décadas atrás, tras romper con la República de China en Taiwán, a la que ha=
bía reconocido
como representante del pueblo chino durante treinta años, Washington y Pekín
reanudaron sus relaciones diplomáticas, interrumpidas tras la victoria
comunista en la guerra civil (1949). En el
comunicado conjunto emitido el 15 de diciembre de 1978, Estados Unidos
reconoció al gobierno de Pekín como “el único gobierno legal de China”, anu=
nció
el establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países a partir d=
el 1
de enero de 1979, informó que el pueblo estadounidense mantendría relaciones
culturales, comerciales y de otro tipo, no oficiales, con el pueblo de Taiw=
án,
y reconoció la posición de Pekín sobre la existencia de una sola China, de =
la
cual forma parte Taiwán. Al mismo
tiempo, en esa misma fecha entró en vigencia la Ley de Relaciones con Taiwá=
n,
aprobada por el congreso estadounidense, de acuerdo con la cual Estados Uni=
dos
se compromete a proveer al gobierno de Taipei los artículos y servicios que
requiera a fin de asegurar su propia defensa.[11]=
a>
En los
cuarenta años transcurridos desde la normalización diplomática, una situaci=
ón
de interdependencia compleja se ha generado entre ambos Estados. La reforma del sistema económico chino,=
a
partir de 1979, impulsó la producción y el crecimiento a niveles insospecha=
dos,
fomentando un crecimiento exponencial en el comercio entre ambos países.
A pes=
ar de
eventos como la masacre de Tiananmen (1989), que confirmó al mundo la vigen=
cia
del autoritarismo en China y la represión en Tíbet y Xinjiang, las relacion=
es
entre Estados Unidos y China generalmente se mantuvieron en buenos términos=
. En Estados Unidos, sin embargo, algunas=
voces
fuera del gobierno, en el congreso y la sociedad civil, denunciaban el
autoritarismo chino, las pretensiones hegemónicas de su gobierno y su
competencia desleal, incluyendo el dumping, la manipulación monetaria y la
piratería tecnológica. Estas denun=
cias
han ido acrecentándose en años recientes, particularmente en el marco de un
afianzamiento de la posición internacional de China y el percibido descenso=
en
la de Estados Unidos.
Event=
os
como los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, que enfocaron
descomedidamente la atención de Washington en el Medio Oriente, y la crisis
financiera de 2007-2008, que mermó la economía estadounidense, proveyeron a
China la oportunidad de aumentar su presencia no solo en los países de su
vecindario, como ha sido el caso desde la época imperial, sino en lugares
bastante lejanos, incluyendo a África y América, dentro de la propia esfera=
de
influencia de Estados Unidos. Su
iniciativa de la franja y la ruta para mejorar la interconexión mundial, pu=
esta
en vigencia en 2013, es vista en muchos rincones como un intento muy aserti=
vo
por aumentar la influencia internacional de China.
En la
década de 2010, estos eventos—en particular, el enorme déficit comercial, q=
ue
alcanzó los 336 mil millones de dólares en 2017—ocasionaron una revisión de=
las
actitudes oficiales hacia China. P=
articularmente,
desde la entrada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, una
creencia en que la apertura económica conduciría a la liberalización políti=
ca y
la eventual democratización de China ha sido reemplazada por un sentimiento=
de
resignación, de que el autoritarismo está consolidado en el país y no habrá
tránsito a la democracia; de que el gobierno de Pekín no “juega limpio”, se=
gún
las normas de convivencia del sistema internacional; y que la política
económica, comercial y tecnológica de China constituye una amenaza para Est=
ados
Unidos y el mundo occidental.
En ot=
ras
palabras, las relaciones entre ambos Estados están en su punto más difícil
desde la normalización de relaciones en 1979.
Es esto lo que plantea la más reciente Estrategia de Seguridad de
Estados Unidos, que señala, textualmente, que China (y Rusia) desafían el
poderío, la influencia y los intereses estadounidenses, intentando con ello
erosionar la seguridad y la prosperidad de Estados Unidos. Añade la Estrategia que China (y Rusia)=
están
decididas a promover economías menos libres y justas, a aumentar sus fuerzas
militares, a controlar información y datos para reprimir a sus sociedades y=
, en
general, a ampliar su influencia.[13]=
a>
La gu=
erra
arancelaria iniciada en 2018 por el gobierno estadounidense responde a estos
temores. Esta política podría ser =
el
primer paso en el escalamiento de tensiones entre ambas potencias, que se
suscitaría como resultado de la denominada “trampa de Tucídides”, como nos =
lo recuerda
el renombrado académico de la Universidad de Harvard, el profesor Graham
Allison.[14] En su Historia de la guerra del Pelo=
poneso,
Tucídides, cronista y militar ateniense, atribuyó el comienzo de la guerra a
los temores que suscitó en Esparta el ascenso en el poderío de Atenas. La ausencia de valores compartidos, en
presencia de un antagonismo ideológico y profundas diferencias culturales,
dificultan las posibilidades de un avenimiento entre Washington y Pekín.
Lo ci=
erto
es que, como hemos visto en esta somera aproximación a las relaciones entre
ambos países, ningún momento anterior de su historia se ha visto una
competencia por la hegemonía mundial entre China y Estados Unidos. En la etapa inicial de esa historia
(1784-1844), el desinterés chino, en momentos en que Estados Unidos iniciab=
a su
vida independiente y, por ende, carecía de preponderancia en el sistema
internacional, circunscribieron la relación a una de intercambios comercial=
es
productivos.
En la=
segunda
etapa (1844-1949), el debilitamiento de China y el fortalecimiento de Estad=
os
Unidos trajeron como consecuencia una relación asimétrica, con menoscabo pa=
ra
el celeste imperio. En la tercera =
etapa
(1949-1979), profundas diferencias ideológicas y políticas redujeron los
contactos entre ambos Estados a su mínima expresión. En esta cuarta etapa (1979-) una compet=
encia
por la hegemonía mundial entre China y Estados Unidos podría producir desen=
laces
inéditos en la historia de las relaciones entre ambos países.
Agradecimientos
Agradezco
la invitación transmitida por el profesor Gustavo Mont=
úfar
para participar en este evento, que me permite compartir con tan selecto
auditorio una aproximación muy somera a la historia de las relaciones entre
Estados Unidos y China, tema de gran amplitud, interés y relevancia a la
actualidad.
[1] “Can=
ton
system,” Encyclopaedia Britannica, https=
://www.britannica.com/event/Canton-system.
Acceso: 18 de octubre de 2019.
[2] Nancy Shoemaker, “Extraterritorial United States to 1860,” =
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ent/Treaty-of-Nanjing, acceso: 14 de enero de 2020=
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acceso: 14 de enero de 2020.
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Acceso: 18 de oc=
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[13] Office of the President of the United States, “National Securi=
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pág. 2. Traducción del autor. Acce=
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de octubre de 2019.
[14] “Thucydides's Trap,” Harvard Kennedy School Belfer Center for
Science and International Affairs, https://www.belfercenter.org/thucydides-trap/overview-thucydides-tr=
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acceso: 14 de enero de 2020.
Invest.
Pens. Crit. (ISSN 1812-3864; eISSN 2644-4119)
Vol.
8, No. 1, Enero - Abril 2020
pp.
93 - 102
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